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Cuando lo indígena era parte de nuestro proyecto de país: tres notas

«La logia que organizaron Alvear y San Martín en Buenos Aires tomó el nombre del caudillo araucano Lautaro, un sirviente de Valdivia, el conquistador de Chile, que aprendió de él las destrezas marciales de la caballería, se rebeló y le dio muerte, según la leyenda, haciéndole beber derretido el oro que tanto lo obsesionaba. Era una perfecta metáfora del desafío que asumían aquellos criollos, formados en el ejército español, al levantarse contra el opresor colonial (y si tomaron como emblema un “indio chileno”, según expresión de Vicente Fidel López, era porque para ellos no había diferencias entre indios y criollos, y menos entre argentinos y chilenos).

[…]

En mayo de 1813, cuando organizaba sus escuadrones de granaderos, San Martín recibió en Buenos Aires un contingente de 261 reclutas misioneros, conducidos por cuatro oficiales guaraníes… San Martín era “paisano” de los misioneros por haber nacido en Yapeyú, y además ––según documentos y testimonios que ahora conocemos mejor–– por ser hijo de madre guaraní, lo cual explica la íntima motivación de su regreso al país y sus actitudes hacia los pueblos aborígenes. “Yo también soy indio”, les manifestó a los caciques pe-huenches en un parlamento de 1816, cuando se comprometieron a ayudarlo a cruzar los Andes “para acabar con los godos que les habían robado la tierra de sus padres”.

En 1819, preparando su expedición al Perú, emitió un manifiesto en quichua convocando a los pueblos indios a la causa común: “Compatriotas míos, palomas, vástagos todos de los antiguos incas: ya ha llegado para ustedes el momento feliz de recuperar la plenitud de nuestra vida… de este modo saldremos de ese duro, mezquino vivir, en el que como a perros nos miraban, pues así nuestros enemigos les harían extinguirse en este nuestro suelo…”. Firmaba el texto “vuestro amigo y paisano, José de San Martín”.

[...]

Como reclamaba con insistencia San Martín, el Congreso de Tucumán proclamó en 1816 la independencia de España (y de toda otra potencia extranjera), refiriéndose a “las Provincias Unidas de Sud América” (y no sólo del Río de la Plata). En cuanto a la forma de gobierno, el Congreso atendió la propuesta de Belgrano de la monarquía incaica “atemperada”… La perspectiva era, en palabras de Mitre, “fundar un vasto imperio sudamericano que englobase casi la totalidad de la Amé-rica española al sur del Ecuador”.

San Martín apoyó con entusiasmo la iniciativa, como señala su carta al diputado cuyano Godoy Cruz: “Ya digo a Laprida lo admirable que me parece el plan de un Inca a la cabeza: las ventajas son geométricas”. También se expresaron de acuerdo el caudillo y gobernador salteño Martín Miguel de Güemes y los diputados de la mayoría de las provincias (aunque faltaban en el Congreso las del Litoral, coaligadas con Artigas). Los representantes porteños maniobraron para posponer el debate, pues, según explicó después Tomás de Anchorena, podían aceptar una monarquía constitucional, pero no bajo un “despreciable” rey indio.»

Biagini y Roig (comp.) (2007) América Latina hacia su Segunda Independencia


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